jueves, 31 de marzo de 2016

Broken glass


Cuando la realidad se vuelve insoportable,
cuando lo que esperás no llega,
cuando tu mente no deja de girar
y darle vueltas a la misma idea una y otra
y otra
y otra
         vez..

Cuando el dolor en tu pecho se expande
cuando no sabés qué hacer con vos

Cuando tus miedos te hablan
y te miran
y se ríen
y se ríen
y se ríen

Saltá
y soltá
y volá
y volá
y volá

domingo, 27 de marzo de 2016

Palabras como balas (o cagándola 101)


Existen esos momentos en la vida en los cuales te asalta la duda existencial y te preguntás ¿con qué necesidad?, a saber: ¿con qué necesidad le entraste a la última porción de pizza, si ya estás llena como morsa? ¿Para qué te tomaste el último vaso de vino, sabiendo que mañana vas a tener un hermoso martillo neumático reventándote el marote? ¿Por qué respondiste ese mensaje que de entrada auguraba un quilombo padre? ¿Qué carajos hacés llamándolo si sabés que después te la querés coser con hilo sisal del asco?
Como los anteriores, pueden surgirte miles de interrogantes. Pero ninguno es tan atemorizante, tan paralizante, como el que aparece justo después de hacerte cargo de esos sentimientos que con tanto ahínco escondiste hasta de vos misma. Esos, que te negaste, le negaste, como tipo al que encuentran con otra mina: "No, no es lo que vos pensás; fue solo un desliz; yo venía para acá y me pidió que la alcance..."
Vos sabés, él sabe, tooodos saben cómo viene la mano. Entonces, ¿con qué necesidad asumiste lo que pasaba? ¿Qué culpa tratás de expiar al aceptar que ya sos adicta a ese intercambio jocoso, inteligente y adrenalínico? ¿Por qué te castigás poniendo en palabras lo que dejaste entrever en horas y horas de chat?
Alguien muy sabio te dijo que una vez que las dejabas volar, las palabras eran como balas: ya disparadas, no hay nada que se pueda hacer.
¿Y ahora? ¿Cómo la remás? ¿Cómo sigue la joda? Tu mente tumultuosa no encuentra salida a la reverenda cagada que te mandaste, ya que ese acto banal puede potencialmente cambiar la dinámica de la "relación". 
Sin embargo, eso no es todo: la otra parte también dijo cosas que pusieron tus sensores en alerta; que activaron tu reacción de supervivencia y ahora estás en modo lucha o huida, cual animal en la mira del cazador. Lidiar con sentimientos definitivamente no es lo tuyo.
No tenés excusa para tu accionar. Tampoco conocés las respuestas a tus preguntas. La que te queda es apechugar. Seguí como si no hubiera pasado nada. Que la negación es una segunda piel...

domingo, 6 de marzo de 2016

Madrugada de domingo


Después de una noche ajetreada, extendida hasta la madrugada, te acostás y, oh, milagro de milagros, Morfeo te acuna entre sus brazos y te desmayas cual bendita. Entredormida le agradecés a todos esos santos en los que no creés porque en pocas horas tenés que estar otra vez arriba, firme como rulo de estatua para ponerle el pecho a este fin de semana de festejo.
En lo profundo de la noche lo único que se oye es la música suave del celular. Otra bendición: no hay fiesta en el club del barrio, entonces no son Los palmeras ni Pitbull quienes te arrullan y podés descansar sin escuchar el "todas las palmas arriba" mandatorio de cualquier evento que se precie.
Están todas las condiciones dadas para que disfrutes una noche de sueño reparador como pocas... Hasta que un leve zumbido te despierta. Mosquitos del ojete, pensás. Pero pusiste el aparatito... estas huevadas cada vez vienen peor... Sin embargo, no, no es culpa de la decadencia de la marca que los mata bien muertos... No, no... El ruidito que te arrancó de ese sueño maravilloso es un mensajito.
Mirás la lucecita roja. Número que no pertenece a tus contactos. Prestás atención a la foteli... Y te reís. "Buu" enviado 6.27 am. ¿Posta? Después de meses sin dar señales de vida, de haber desaparecido vaya una a saber por qué mambo, "Buu".
Pegás media vuelta, acomodás la almohada por el lado frío y te volvés a dormir. Treinta minutos más tarde, vibración, "Ups". Viene onomatopéyica la joda. Ok. Ignorás. Y finalmente, se le prende la dignidad y no recibís ningún sonidito más.
Pero tarde, que ya te desvelaste, abrió los ojillos el retoño menor y el sol te está taladrando la vista. Te levantás reflexionando acerca del género masculino, la histeria, las booty calls, y la pelotudez en general. En la cocina, la repostería te reclama. Buena vida, nene.

Adrenaline rush


No existe sensación más adictiva que la de la adrenalina corriendo por tus venas. La incertidumbre, el peligro, provocan a la parte de tu personalidad que desea aventuras, que no sabe estarse quieta, que se aburre fácilmente. Esa misma que te empuja y que aborrece la rutina.
Aunque en ocasiones escuches una voz, muy razonable ella, que despacito te aconseja desistir, alejarte de ese precipicio, vos sabés que vas a dar el paso... caída libre.
Te transpiran las manos, te late acelerado el corazón, la mente va a mil cada vez que sentís la vibración que confirma otro contacto. Entonces, esperás, extendés esos momentos de ansiedad, hasta que no podés más.
Sonreís mientras preparás tu respuesta. Indecisa, escribís y reescribís. Borras, volvés a copiar. Dudas acerca del tenor; pensás cuán hondo te estás metiendo y qué pasaría si... Nada importa. Enviado. Y vuelta a empezar.
No podés ni querés negar que te atrae. Ego, morbo, deseo, todo envuelto en un hermoso paquete. Que te hace sentir viva. Y para eso estamos acá.