sábado, 21 de mayo de 2016

Hasta acá


Siempre sos la mina copada. La comprensiva. La que no se impone. Tu imperativo de agradar te obliga a cumplir este papel. Lo tenés tan enraizado en tu ser que es la respuesta automática en tus interacciones con el mundo: ¿alguien necesita una oreja? ¡Ahí está la boluda! Amigos, parejas, pretendientes, colegas... Quien fuere, sabe que estás, cual caja de resonancia, ante la cual testean o arrojan sus ideas. Aconsejás, comentás, hacés una editorial del tema que sea... Firme como rulo de estatua, escuchás sinsabores, problemas, dilemas.
El tema es ¿y a vos, quién te oye? ¿Quién te presta el oído? Que los hay, los hay. Contados con los dedos de una mano... pero existen. 
El problema surge cuando tu comprensión suprema interfiere con lo que vos querés. Cuando tu empatía, tu voluntad de entender al otro, choca con tus intereses. Específicamente en el área de las relaciones amorosas. 
Habitualmente, te ponés en el lugar del otro, le das su tiempo, comprendés ,o al menos intentás comprender, sus motivaciones, sus taras, sus dificultades. Aceptás sus condiciones, sus limitaciones, incluso en detrimento de tus deseos. Hasta que no das más. Hasta que te das cuenta de que te perjudicás, que no podés vivir buscando hacer feliz al resto.
Sin embargo, del entendimiento a la acción concreta hay un trecho importante. Te cuesta horrores separarte de "la copada" y ser vos, defenderte, protegerte del dolor. Asumir que más allá de tus antojos, a veces, no se da. Que es mejor y muchísimo más saludable preocuparte de tu corazón y no del ajeno. Que no es insoportable el rechazo; que no estás en la faz de este mundo para agradar a todos. Que a la única a la que le debés explicaciones o que te puede reclamar algo sos vos.
Por eso, siguiendo ese espíritu de sincericidio que te caracteriza, decí basta. Hasta acá. Listo. Ya está. 
Hacete cargo de lo que sabés que necesitás. Y si esa persona no puede dártelo, habrá otra que sí esté en condiciones, mentales, emocionales, de hacerlo. 
Es complicado dejar ir lo que te gusta (¡y cuánto te gusta!), mas rogar, eso sí que no es lo tuyo. Menos aún forzar situaciones, sentimientos. Las cosas se dan o no se dan. Tomá lo bueno, descartá lo malo y seguí viaje. Aprendé, interiorizá, nutrite de la experiencia. Conservá la amistad, pero no te rompas, no inviertas en lo que no va a pagar. Que la vida real no es una comedia romántica, la gente no cambia a menos que quiera hacerlo y de Julia Roberts no tenés nada.  

martes, 3 de mayo de 2016

Lo que quiero


Quiero ser lo más importante
El primer pensamiento al despertar
El último recuerdo aún después de cerrar los ojos

Quiero ser prioridad
Inquietud
Razón de ser
Razón de no existir

Quiero ser todo y más
Quiero ser reina
Amiga
Compañera 
Esclava
Sumisa
Dueña

Quiero respirar
Pero ser indispensable
Libertad
Pero firmemente amarrada
Seguridad
Pero escaparle a la rutina

Quiero todo
Aunque yo no pueda darlo

Quiero algo incondicional
Siempre nuevo
Nunca igual

Nadie dijo que fuera justo
El amor no lo es




lunes, 2 de mayo de 2016

Fantasmas


¿Cuánto estás dispuesta a bancarte por amor?
En los tiempos que corren y a esta altura de la vida, la gente ya no está "a estrenar"; el "joya nunca taxi" dejó de aplicar hace rato y todos traemos uno que otro abollón ganado en el camino. El tema está en identificar si ese golpe es mera estética o afecta al motor, porque ahí los riesgos son diferentes y hay que pensarla muy bien antes de comprar.
Sería completamente injusto esperar del otro que sea una hoja en blanco, sin mambos, sin rayes, sin mochilas, que vos traes un par de valijas llenas de quilombetes y souvenires. Pero empezar una carrera con lastre no es de lo más auspicioso. 
Independientemente de la malaria que hay en el mercado, solés caer por lo complicado; lo que te va es el desafío. Entonces, dejás pasar al 0km y te interesa ese de ahí al fondo, el que no conviene, por kilometraje, por historial, porque viene con un aviso al comprador... ni siquiera se sabe si está a la venta. Pero es el que te llamó la atención, a pesar de sus detallecitos, o tal vez fue justamente por ellos.
Ahora, arremangate, hermana. Que entre esos detalles y tus falencias a la hora de conducir (te) por la vida...
La cuestión es: ¿cuánto estás dispuesta a soportar? O mejor, ¿hasta dónde te da la soga para aguantar sin hacerte mierda? Que si salís peor de lo que entraste no tiene chiste la movida. 
Y acá la analogía con el auto usado se cae. Quizá una casa embrujada fuera más propicia. Ya que además de lo expuesto anteriormente, también cabe la posibilidad de que tengas que vértelas con fantasmas, algunos que rondan como aves de rapiña y otros imposibles de exorcizar. Los últimos, los peores. Es absurdo querer medirse con un recuerdo, que no sos la primera en intentarlo y fracasar.
Tal vez se vea un tanto cruda la elección de figuras retóricas. Sin embargo ambas (el usado y la vivienda) son perfectamente aplicables a vos: traes ocupantes, contrapeso, espectros, marcas, goteras y el motor se ahoga cada tanto.
La única diferencia está en ese optimismo puto que te empuja a hacer chapa y pintura, decoración de interiores, llamar al mecánico y al albañil para que retoquen, mejoren, pongan a punto el material para enfrentar nuevamente la realidad. 
La esperanza es lo último que se pierde, pero, otra vez: ¿hasta dónde?