A los treinta y tantos, después de varias relaciones, el acercamiento a esto que es querer, amar, relacionarse con un otro en tanto pareja, cambia. Atrás quedaron esos amores desesperados de la adolescencia, ese "sin vos me muero" desgarrado, las promesas de un "para siempre" desmedido. Con el transcurso del tiempo vas conociendo a los otros y, más importante, te vas conociendo a vos misma. Se van descascarando las fantasías de la infancia: ya no esperás que te bajen la luna, ni les creés a los que prometen las mil maravillas. Sos consciente de las situaciones, tenés más responsabilidades, más exigencias, más experiencia. No calculás tu valor en base a si estás en una relación o no. Tampoco considerás que alguien deba completarte, que bien completita estás ya. Y nada ni nadie vale más que tu libertad.
Pero es por todo lo anterior que al cruzarte con la persona que te intriga, te divierte, te muestra una nueva perspectiva, algo que descubrir, de quien aprender, te permitís sentir. Sentir sin medida, sin tiempo, sin promesas incumplibles. Y sobretodo sin miedos. Sentimientos kamikazes, arriesgados, profundos. Porque esa es la manera en la que vivís, con honestidad, con independencia, eligiendo entregarte, compartiendo, disfrutando cada momento, sin cerrarte a las posibilidades. Porque la que se quede sin dar el paso, no vas a ser vos... 🔄🔋
Pero es por todo lo anterior que al cruzarte con la persona que te intriga, te divierte, te muestra una nueva perspectiva, algo que descubrir, de quien aprender, te permitís sentir. Sentir sin medida, sin tiempo, sin promesas incumplibles. Y sobretodo sin miedos. Sentimientos kamikazes, arriesgados, profundos. Porque esa es la manera en la que vivís, con honestidad, con independencia, eligiendo entregarte, compartiendo, disfrutando cada momento, sin cerrarte a las posibilidades. Porque la que se quede sin dar el paso, no vas a ser vos... 🔄🔋