viernes, 9 de febrero de 2018

Pero se vive...



"Entonces, ¿ya está? ¿No hablaremos más?"
"Supongo que no."

Y así se terminó. El fin. The end. Corren los créditos. No fue de la manera que hubiera preferido. Bah, hubiera preferido que no se acabara. ¿Nunca? No sé... Ya no creo en el "para siempre". Aunque a veces sí. Con las mariposas en la panza (todavía) y los reencuentros y la emoción de esos besos y esas caricias y las risas y las charlas... A veces, sí.
Sin embargo, esta vez es no.
El amor no lo puede todo. Y nunca fue una cuestión de deshojamiento de margaritas, ¿sabés? (me quiere, mucho, poquito, nada... Lo quiero mucho, poquito, nada... Nos queremos... Y más también). Y eso, tal vez, es lo peor.  O no. 
Fueron (¿son?) las circunstancias... Quizás si yo... Si vos... Si las cosas...
Pero ni yo, ni vos, ni las cosas. Ya está. Basta para vos. Y por decantación, para mí.
Que se portó mal, que es egoísta, que quizá no es cómo me lo pintaba, qué justo el momento... Naaaa. No hay nada que justificar. Se dio de este modo. Es lo que pudimos (sí, pudimos, que la relación es de a dos... Al menos esta) hacer con las cartas que nos tocaron.
Entonces... Entonces elijo quedarme con todo. Con lo sublime y lo doloroso, con las risas y las lágrimas, con los acuerdos y los desencuentros, con el éxtasis y lo cotidiano, con lo mágico y lo real... Porque fue real. Es real. No fui un espejo, una extensión, una masa moldeable a expectativas ajenas. Fui libre. Con vos fui libre. Y para mí, no hay mejor elogio que ese. 
Por eso, buena vida. Ahora de verdad. Sin rencores. Que estamos grandes para semejantes pavadas. Que sos buen tipo y yo, buena mina. Jodidos, sí, pero buenos. 

Hace frío sin ti,
pero se vive.