lunes, 2 de mayo de 2016

Fantasmas


¿Cuánto estás dispuesta a bancarte por amor?
En los tiempos que corren y a esta altura de la vida, la gente ya no está "a estrenar"; el "joya nunca taxi" dejó de aplicar hace rato y todos traemos uno que otro abollón ganado en el camino. El tema está en identificar si ese golpe es mera estética o afecta al motor, porque ahí los riesgos son diferentes y hay que pensarla muy bien antes de comprar.
Sería completamente injusto esperar del otro que sea una hoja en blanco, sin mambos, sin rayes, sin mochilas, que vos traes un par de valijas llenas de quilombetes y souvenires. Pero empezar una carrera con lastre no es de lo más auspicioso. 
Independientemente de la malaria que hay en el mercado, solés caer por lo complicado; lo que te va es el desafío. Entonces, dejás pasar al 0km y te interesa ese de ahí al fondo, el que no conviene, por kilometraje, por historial, porque viene con un aviso al comprador... ni siquiera se sabe si está a la venta. Pero es el que te llamó la atención, a pesar de sus detallecitos, o tal vez fue justamente por ellos.
Ahora, arremangate, hermana. Que entre esos detalles y tus falencias a la hora de conducir (te) por la vida...
La cuestión es: ¿cuánto estás dispuesta a soportar? O mejor, ¿hasta dónde te da la soga para aguantar sin hacerte mierda? Que si salís peor de lo que entraste no tiene chiste la movida. 
Y acá la analogía con el auto usado se cae. Quizá una casa embrujada fuera más propicia. Ya que además de lo expuesto anteriormente, también cabe la posibilidad de que tengas que vértelas con fantasmas, algunos que rondan como aves de rapiña y otros imposibles de exorcizar. Los últimos, los peores. Es absurdo querer medirse con un recuerdo, que no sos la primera en intentarlo y fracasar.
Tal vez se vea un tanto cruda la elección de figuras retóricas. Sin embargo ambas (el usado y la vivienda) son perfectamente aplicables a vos: traes ocupantes, contrapeso, espectros, marcas, goteras y el motor se ahoga cada tanto.
La única diferencia está en ese optimismo puto que te empuja a hacer chapa y pintura, decoración de interiores, llamar al mecánico y al albañil para que retoquen, mejoren, pongan a punto el material para enfrentar nuevamente la realidad. 
La esperanza es lo último que se pierde, pero, otra vez: ¿hasta dónde? 



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