Nunca entendí eso de "te lo digo por tu bien..." acompañado de una crítica pasivo-agresiva. Aunque salga del corazón, ese comentario habla más de quién lo emite que de su receptor. Amar a alguien no nos da ningún derecho sobre la vida del ser amado. Si el depositario de nuestro afecto es una persona adulta, dueña de sus facultades, independiente en lo económico, ¿por qué suponer que lo que decide está mal? Que no sopesó pros y contras, que no analizó, que se guió solo por impulso, por la única razón de que eso que eligió no es lo que nosotros hubiéramos preferido.
Nadie tiene un manual detallando LA manera de vivir la vida (si pensás que lo tenés, dejame pincharte la burbuja, cariño). Y la edad brinda experiencia pero no necesariamente sabiduría. Todos tratamos de hacer lo mejor con las herramientas que poseemos. Seguramente, mi idea de lo mejor no sea la misma que la tuya, y que vos en mi lugar hubieses discurrido otra solución, hubieses resuelto de otra forma, hubieras querido algo diferente...
Y ese es el quid de la cuestión: somos diferentes. Tenemos distintos anhelos, esperanzas, ópticas. Y no está mal. Lo incorrecto es pretender imponer tu visión a la mía, porque me lo decís por mi bien.
No anulemos a los que queremos, no los reduzcamos a idiotas porque no hacen las cosas como nosotros, porque no toman el camino que deseábamos para ellos. Acompañemos, amemos sin juzgar, sin desmerecer. No nos creamos indispensables, porque podemos terminar siendo prescindibles.