domingo, 6 de marzo de 2016

Madrugada de domingo


Después de una noche ajetreada, extendida hasta la madrugada, te acostás y, oh, milagro de milagros, Morfeo te acuna entre sus brazos y te desmayas cual bendita. Entredormida le agradecés a todos esos santos en los que no creés porque en pocas horas tenés que estar otra vez arriba, firme como rulo de estatua para ponerle el pecho a este fin de semana de festejo.
En lo profundo de la noche lo único que se oye es la música suave del celular. Otra bendición: no hay fiesta en el club del barrio, entonces no son Los palmeras ni Pitbull quienes te arrullan y podés descansar sin escuchar el "todas las palmas arriba" mandatorio de cualquier evento que se precie.
Están todas las condiciones dadas para que disfrutes una noche de sueño reparador como pocas... Hasta que un leve zumbido te despierta. Mosquitos del ojete, pensás. Pero pusiste el aparatito... estas huevadas cada vez vienen peor... Sin embargo, no, no es culpa de la decadencia de la marca que los mata bien muertos... No, no... El ruidito que te arrancó de ese sueño maravilloso es un mensajito.
Mirás la lucecita roja. Número que no pertenece a tus contactos. Prestás atención a la foteli... Y te reís. "Buu" enviado 6.27 am. ¿Posta? Después de meses sin dar señales de vida, de haber desaparecido vaya una a saber por qué mambo, "Buu".
Pegás media vuelta, acomodás la almohada por el lado frío y te volvés a dormir. Treinta minutos más tarde, vibración, "Ups". Viene onomatopéyica la joda. Ok. Ignorás. Y finalmente, se le prende la dignidad y no recibís ningún sonidito más.
Pero tarde, que ya te desvelaste, abrió los ojillos el retoño menor y el sol te está taladrando la vista. Te levantás reflexionando acerca del género masculino, la histeria, las booty calls, y la pelotudez en general. En la cocina, la repostería te reclama. Buena vida, nene.

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