domingo, 27 de marzo de 2016

Palabras como balas (o cagándola 101)


Existen esos momentos en la vida en los cuales te asalta la duda existencial y te preguntás ¿con qué necesidad?, a saber: ¿con qué necesidad le entraste a la última porción de pizza, si ya estás llena como morsa? ¿Para qué te tomaste el último vaso de vino, sabiendo que mañana vas a tener un hermoso martillo neumático reventándote el marote? ¿Por qué respondiste ese mensaje que de entrada auguraba un quilombo padre? ¿Qué carajos hacés llamándolo si sabés que después te la querés coser con hilo sisal del asco?
Como los anteriores, pueden surgirte miles de interrogantes. Pero ninguno es tan atemorizante, tan paralizante, como el que aparece justo después de hacerte cargo de esos sentimientos que con tanto ahínco escondiste hasta de vos misma. Esos, que te negaste, le negaste, como tipo al que encuentran con otra mina: "No, no es lo que vos pensás; fue solo un desliz; yo venía para acá y me pidió que la alcance..."
Vos sabés, él sabe, tooodos saben cómo viene la mano. Entonces, ¿con qué necesidad asumiste lo que pasaba? ¿Qué culpa tratás de expiar al aceptar que ya sos adicta a ese intercambio jocoso, inteligente y adrenalínico? ¿Por qué te castigás poniendo en palabras lo que dejaste entrever en horas y horas de chat?
Alguien muy sabio te dijo que una vez que las dejabas volar, las palabras eran como balas: ya disparadas, no hay nada que se pueda hacer.
¿Y ahora? ¿Cómo la remás? ¿Cómo sigue la joda? Tu mente tumultuosa no encuentra salida a la reverenda cagada que te mandaste, ya que ese acto banal puede potencialmente cambiar la dinámica de la "relación". 
Sin embargo, eso no es todo: la otra parte también dijo cosas que pusieron tus sensores en alerta; que activaron tu reacción de supervivencia y ahora estás en modo lucha o huida, cual animal en la mira del cazador. Lidiar con sentimientos definitivamente no es lo tuyo.
No tenés excusa para tu accionar. Tampoco conocés las respuestas a tus preguntas. La que te queda es apechugar. Seguí como si no hubiera pasado nada. Que la negación es una segunda piel...

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