miércoles, 6 de julio de 2016

"Canta, oh musa, la cólera del Pelida Aquiles..." (o de cómo más de uno necesita un buen voleo en el orto)



La escasa paciencia, la poca predisposición ante la idiotez y el temperamento volátil no son características que auguren una buena resolución para los conflictos que surgen con determinadas personas; esas que en lugar de cerebro parecen llevar un cartelito de vacante dentro del marote. 
Sea en el ámbito laboral o en el plano privado, gracias (ponele!) a tu nueva política de abordar en lugar de esquivar las situaciones que te corren de tu eje, ya no agachás la cabeza y dejás pasar comentarios pelotudos, actitudes incoherentes o acciones que te perjudiquen. Te plantás, exponés tus ideas y te defendés. Por lo general, lográs hacerlo manteniendo la civilidad, esa de la que te jactás tanto. Sin embargo no siempre es así.
Cada vez son más frecuentes las ocasiones en las que inconscientemente arremetés contra el/la infeliz que intenta avasallarte. En esos momentos hacés gala de la acidez, hijaputez y/o malaleche que llevas dentro y te despachás con ciertos comentarios que, acompañados con una bella sonrisa, hacen que esos pajas se acomoden un toque. Las mencionadas cualidades no te granjean demasiadas amistades, es cierto. Pero no importa: a esos individuos mejor perderlos de entrada que arrastrarlos como una piedra al cuello.
Cabe la posibilidad que luego del suceso te cuestiones la intensidad de tu respuesta, pienses si el hecho ameritaba tamaña réplica, si no se te fue un poco la mano... La bendita culpa asoma la cabeza. Mas con fuerza de voluntad la aplastás y aprendés a aceptarte. La idea no es ir al choque con todos y todas, sino respetarte y hacerte respetar. Que no estás en el mundo para agradarle al resto y la mirada más importante que debés poder sostener es la tuya.

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