domingo, 24 de julio de 2016

De las despedidas (o adulteando por la vida)


La lengua inglesa, especialmente en E.E.U.U., es fluida y constantemente incorpora neologismos que luego se trasladan al castellano. Uno que me llamó particularmente la atención fue el término adulting. Según la página Urban Dictionary, adulting es un verbo que alude a realizar acciones que se relacionan con la adultez, como tener trabajo estable, pagar hipoteca o alquiler, el auto o cualquier otra cosa que tenga que ver con tener este tipo de responsabilidades.
En muchas oportunidades le esquivo al adulting. Mi personalidad tiende a alejarse de esas actividades "serias" para decantarse por otras que podrían llegar a considerarse un tanto infantiles. Jugar a la computadora, leer toda la noche, mirar películas de fantasía, seguir series de horror, ciencia ficción, súper héroes... También la falta de paciencia, la necesidad de conseguir las cosas ya, la poca o nula constancia, son maneras de huirle al adulting. Digamos que este no sería mi punto fuerte.
Obviamente, como a cualquiera, la vida me ha empujado a convertirme en adulto responsable: hijos dependientes, trabajo de lunes a viernes, cuentas, pagos, comida, etc., etc. Parte de esa adultez es separarme de mi familia después de las vacaciones para retomar la rutina. De todo lo anterior, es lo verdaderamente difícil... Y cada despedida se sufre un poco más.
La situación geográfica no se me impuso ni mucho menos. Formó parte de una decisión consciente en busca de un mejor porvenir. Sin embargo, hoy se hace cuesta arriba dejar el pago natal, más después de haber compartido con amigos y con la familia unas semanas llenas de reencuentros, comidas y buenos momentos. 
No soy una persona muy emocional ni sentimental. Raramente demuestro con actos lo que siento. Independientemente que extraño mi casa, mi lugar, esta vez la despedida va a doler... aunque haya buenas cosas esperando el regreso, va a doler. 


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