Te la veías venir. A lo lejos, vislumbraste la posibilidad, aunque la negaste (¡que tenés un máster en el tema!) por diversos motivos. Sobre todo, por terca. Y más que nada, por cagona.
De tu última aventura no saliste incólume. En el viaje perdiste algunas partes, se te desdibujaron otras. Casi casi que te fundiste con el entorno y te costó reconocerte después. Es más, tuviste que parar, mirar alrededor, hacer stock y chequear qué era realmente tuyo y que se te había pegado por ósmosis.
Es natural que un contacto tan prolongado genere ese efecto. El problema es cuando la adaptación es tal que dejás de ser un individuo y pasás a formar parte de otra entidad. Y en esa entidad no sos la voz cantante, no sos vos. Lo peor es que la culpa (¡hola, amiga mía!) no es del otro. Es toda todita tuya. El miedo al rechazo ataca nuevamente y vos inconscientemente hacés lo que sea para evitarlo.
Sin embargo, hoy no sos esa mina. Recuperaste tu singularidad. Recobraste características olvidadas. Retomaste viejas prácticas que te hacen como persona. Te rearmaste. ¿Y ahora?
Te la veías venir. Poco a poco, se te coló debajo de la piel. Casi sin darte cuenta, se metió por resquicios de tu armadura. Cuando notaste los primeros síntomas de la infección te paralizaste del miedo. Porque contabas con que la distancia era un obstáculo para cualquier escalada sentimental. Pero las charlas maratónicas y lo que vislumbraste en ellas, las banalidades y las disquisiciones filosóficas, el humor y la piel, horadaron tu resolución.
Y te viste en la necesidad de refrenar tu lengua. Te encontraste pensando cosas que no debés expresar, que no sos la única con taras emocionales. Sabés que estás ahí de pisarte sola. Y entre los nervios y las putas mariposas oscilás. Asumiendo y no. Queriéndotela jugar y no.
Mientras tanto, todo sigue su curso. Eso que sentís está, moviéndote, creciendo, coloreando tus pensamientos. Y aflora una sonrisa boba. Y te sale un comentario tierno. Y te preocupás, porque te importa.
Existe la probabilidad de que te quemes, de que sufras, de que no se dé. Está bien. Este es el juego. Juguemos.
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