viernes, 27 de noviembre de 2015

Carpe diem


Muchas filosofías consideran a la muerte como una parte de la vida, como la otra cara de la moneda, algo que debe aceptarse como natural. Pero la mente y el alma o el corazón no siempre discurren por los mismos caminos y la muerte nos llega como un mazazo, como un golpe terrible que impacta nuestra vida, a veces cambiándola para siempre. Puede observarse el cambio en días, meses o incluso años; pero así como una piedra que remueve las aguas de un estanque, el efecto es inevitable. Para bien o para mal.
Es mi experiencia que todo en la vida nos alcanza y que hay cosas que nos obligan a mirarlas a la cara, liberándonos o atándonos. Para mí, fue la muerte de mi abuela que años después me obligó a observar a mi alrededor, a evaluar y a decidir que no quería continuar como hasta ese momento. Que era hora de mutar, de cambiar la piel.
Pero hay otras muertes que nos chocan por lo inesperadas, por lo inexplicables, porque parecen un ensañamiento de ¿algo, alguien? y no hay nada que sacar, que aprender, que entender. Solo estar, acompañar.
Tal vez, lo único que pueda rescatarse es el viejo cliché (no por eso menos cierto) acerca de aprovechar el hoy que es uno solo, disfrutar de los afectos, de la vida, reír, llorar, amar, vivir. Carpe diem.

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