lunes, 25 de enero de 2016

De la libertad (o bancarse las consecuencias positivas y negativas de nuestras elecciones)


¿Qué es ser libre? ¿Cómo se es libre? ¿De qué nos liberamos? ¿Cuándo podemos aseverar que somos verdaderamente libres? 
Mi actual situación familiar me permite dedicar tiempo a diversas tareas. La que más me consume no es limpiar el hogar, hacer ejercicio o cocinar, sino tomar un concepto y retorcerlo, darlo vuelta de un lado y otro, reducirlo a su mínima expresión y analizar qué es lo que realmente pienso acerca de él. Tal vez esta tarea ya la hayan hecho los lectores en su adolescencia, al comienzo de la edad adulta... A mí me tocó ahora (no me dio para filosofar sobre el significado de la vida mientras mi hija me pedía la comida, el chiquito se largaba a llorar y tenía pila de tps para corregir, sorry!).
Por ciertos hechos acaecidos en el día de la fecha, la noción que atrapó mi cerebro es la de LIBERTAD (así, todo con mayúsculas). Al separarse es común oír comentarios en la línea de "¡Te liberaste, nene/a!" o "Ahora recuperaste la libertad". Considero que es posible y esperable estar en pareja y no dejar de ser libres. La libertad no pasa por un anillo, por unos papeles, por un compromiso. Porque lo que nos llevó a esa situación (estar casado/a) fue una decisión propia, que se tomó con libertad y, en el mejor de los casos, conscientes de qué queríamos, de un proyecto de vida. Independientemente de los resultados, de si llegó a buen puerto o no, no es otra cosa que la consecuencia de esa elección.
Para mí, ahí es en donde reside el acto libre: en tomar una de un abanico de múltiples posibilidades y bancarse las consecuencias de lo que se eligió. Nos gusten o no. Sean sencillas o difíciles de sobrellevar.
Retomando el ejemplo del casamiento, si de este no obtenemos lo que esperábamos, también está en nuestras manos decidir qué camino tomar a continuación. Tenemos la libertad (otra vez, sin violencia o patologías varias de por medio) de cambiar la situación, la libertad de mejorar, de buscar eso que sí nos hará felices. Ya sea que nos quedemos y vivamos infelices o que volemos hacia nuevos rumbos, es nuestra decisión, que al igual que la primera, debe tomarse con los ojos abiertos, contemplando la probabilidad de que no la pasemos del todo bien, aceptando los riesgos. 
Y acá, me surge otro concepto que creo va de la mano con la libertad: madurez. Elegir con libertad; hacerse cargo con madurez.
Con esto no me la quiero dar de superada, mega madura y libre, como el sol cuando amanece, yo soy libre como el mar... Ni ahí. Esto no es más que una proclama personal sobre el tema, y un recordatorio para esos días en los que me re caliento con la vida por algunas cosas que me pasan, para leerlo y decirme: "Solita te metiste en el quilombo. ¿Querías ser "libre"? Esto es la libertad. ¿Te gusta el durazno? Bancate la pelusa".

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