En una charla alguien me remarcó el hecho de que era imposible darse cuenta exactamente en qué momento uno/a se enamora. Podemos quizá identificar cuándo comenzamos a "gustar" de una persona, o el día en el que empezamos a mirar con otros ojos a un conocido/a. Tal vez, fue en el primer instante en que lo/a vimos. O la atracción fue in crescendo por un contacto habitual. Pero no es lo mismo "gustar de" que estar enamorado. De igual manera, estar enamorado no equivale a amar. Es una cuestión de grados:
Gustar de (atracción física)--> estar enamorado (atracción física + atracción mental/ cualidades personales) --> amar a (querer a la totalidad de la persona, con lo bueno y lo malo).
La progresión del sentimiento dependerá del conocimiento que tengamos del sujeto depositario de nuestro afecto. Por esto último, considero equívoca la frase "amor a primera vista". En el mejor de los casos se trata básicamente de deseo; en el peor, autoengaño.
Ahora bien, este autoengaño también puede surgir en el enamoramiento. Una sabia amiga me dijo que yo no estaba enamorada de X, sino que me sobraba tiempo, por lo tanto, me hacía la cabeza con ese muchacho. La solución a este sentimiento ilusorio era ocupar mis horas con más candidatos, de modo tal que vería la realidad de lo que sentía si no depositaba todos los huevos en una sola canasta. En la cantidad estaba la respuesta.
Sin embargo, el tema no acaba ahí y aparece, entonces, esta imposibilidad de distinguir lo real de lo imaginario; de intentar medir algo incuantificable como lo que sentimos, lo que nos brota del alma, del corazón. Las mariposas en la panza, las horas pensando a alguien, la necesidad de ver, oír, estar con el ser pretendido ¿cuentan como herramientas de medición? Al ser la experiencia diferente para cada sujeto, ¿puede establecerse un parámetro o parámetros para el análisis?
Como todo aquello que atañe al ámbito de los afectos, cada situación es especial e intransferible. Los límites son difusos; no existen recetas; nada es infalible.
Lo único que tengo en claro es que vale la pena explorar y vivir la experiencia. Que fracasos anteriores no deben condicionar lo que vendrá. Y que a los treinta y pico se siente con igual intensidad y se tienen tantas dudas como a los veintitantos.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario