jueves, 28 de enero de 2016

De los cambios (o correte porque te tiro)


Los cambios en el interior de una persona generalmente tienen un correlato en su mundo exterior, ya sea su apariencia, su casa, su trabajo... Cuando decidimos cambiar necesitamos una reafirmación visible de ese proceso intangible que sucede dentro.
En cuanto a la persona, las mujeres tendemos a cortarnos el pelo, teñirlo, bajar de peso, empezar el gimnasio o alguna actividad que nunca antes habíamos realizado (desde macramé hasta pesca con mosca). 
El hogar es otro frente de batalla: tiramos papel, papelito, papelote que acovachábamos "por las dudas"... Regalamos la mitad de la ropa que teníamos guardada "por si me vuelve a quedar", ya que ahora es tres talles más grande de lo que usamos (maldigo-bendigo a la inapetencia por dolor)... Donamos sábanas, cubrecamas, toallas... Nos volvemos diseñadoras de interiores e intentamos redecorar el living, el dormitorio googleando, chusmeando Pinterest, etc, etc (¡lástima que el presupuesto no nos acompañe siempre!)...
Pero nada de lo que hacemos con el afuera, asegura que esa mejoría que creemos estamos llevando adelante permanezca en el tiempo. El sillón nuevo no me compromete con mi salud mental; las cortinas divinas de la cocina no me aseveran que no volveré a viejos patrones. Lo único que logrará que nos mantegamos en este camino es incorporar realmente como hábito todo lo nuevo. La voluntad de estar mejor, de ser mejor, de tomar las riendas de la vida, de no depender de nadie más que de nosotras mismas... De buscar nuestra felicidad, a nuestra manera, sin importar lo que digan los demás. A veces, es necesario ser egoísta y mirar por una misma, descubrir nuestros deseos, no postergarse más. Porque de la única forma en que podemos contribuir a la felicidad de los otros, es primero ocuparnos de la propia. Si no nos queremos, no podemos querer a nadie.

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