Reflexiones filosóficas acerca de la vida por una treintañera con ínfulas de escritora
jueves, 7 de abril de 2016
Siguiendo
A veces, la máscara se resquebraja
y por las grietas te asomás
y el dolor gotea por los resquicios abiertos
y la angustia se drena
y no se acaba
y el pecho se hincha
y se llena
y no explota
porque hay que mantener las apariencias
porque no hay que mostrar debilidad
porque vos tenés que poder...
poder qué?
poder aguantar?
poder resistir?
poder seguir
a pesar de todo
a pesar de todos
Pero, puta, que es difícil...
miércoles, 6 de abril de 2016
De la cólera y sus razones
Vas por la vida con la mejor onda, tratando de entender al otro, de utilizar toda la empatía que tenés para ponerte en su lugar y comprender el por qué de determinadas acciones. Siempre intentás pensar las causas del comportamiento ajeno y buscás justificarlo, que te negás a ver lo peor.
Pero existen ocasiones en las que la empatía se va a la re mismísima mierda y te calentás como pipa. De un momento a otro ves todo rojo, se te acelera el pulso, te bulle la sangre y te brota el instinto asesino. En estas situaciones, se te traba la cabeza y el poco filtro que con tanto cuidado creaste, desaparece: decís las peores cosas, de una, a la cara, sin medir ningún tipo de consecuencia.
Quienes caen en la mira de tu odio (porque no hay otro modo de llamar a ese sentimiento de asco, bronca y ganas de aniquilar) no saben de dónde sale esa catarata de insultos y palabras hirientes. Te transformás de tal manera que si las miradas mataran, más de uno ya estaría mirando cómo crecen las margaritas de abajo para arriba (Porota dixit).
No es aconsejable que el sujeto (o la sujeta, que no hay que ser sexista en el lenguaje) en cuestión intente calmarte, ni de palabra ni con gestos. Como si fueses una fiera salvaje, lo aconsejable es alejarse lentamente y permitir que la ira se disipe con la distancia del agente que la ha provocado.
El arrebato homicida se evapora de manera súbita, igual que como arribó, y para el depositario, de similar y misteriosa forma. Sin embargo, para vos esto no carece de explicación: esperás de los demás aquello que harías; el mismo compromiso, respeto, atención... Todo lo que das, lo ansiás. Quizá este sea el error que cometés; el otro puede no estar en tu sintonía. Pero explicáselo al músculo sensible que vive en tu pecho, ese que no atiende razones, que no se aviene a la lógica, que persigue lo que anhela, ciego y sordo.
Y es ahí, en el choque de tus deseos y la realidad, donde reculás cual animal herido y atacás. Que la ofensiva es la mejor defensa cuando la coraza se resquebraja.
viernes, 1 de abril de 2016
De los miedos (o el rotor de la escritura)
La página en blanco, la mente embarullada, el corazón en la mano: temores aterradores, en ese orden o en cualquiera. Ante cada uno de ellos te preguntás por qué, para qué, para quién. Causas, finalidades, destinatarios...
El bloqueo de escritor se ve beneficiado de los otros dos. Comprobaste que la felicidad no es conducto de la creatividad. Que necesitás del dolor, del desgarro, de la lucha interna para que baje la musa y te haga digna de inspiración. Es como funcionás, ya que la constancia no es tu punto fuerte. Y si no estás movilizada, las palabras no fluyen, las ideas no florecen y te volvés Belén Franchese y su lluvia de corazones.
El tumulto cerebral es inevitable después del sopor de años de rutina. Ahora todo es analizable. Tenés tiempo, predisposición y, especialmente, ganas de encarar el meollo de distintas cuestiones que, quizá, antes eran lejanas, inexplicables, intrascendentes. Descubrir la razones de tus actos, de los ajenos. Comprender aquello que moviliza al otro, ese otro que no registrabas en la inmediatez de la cotidianidad y sus exigencias. Observar, entender, y si pudieras, prever las reacciones incita tu natural curiosidad. Además de ayudar a llenar el blanco del papel virtual.
Y, los putos sentimientos... que cuando sentís, te desangrás. No hay punto medio: si abrís las compuertas, es de par en par. Familiares, amistades, amores. Si dejás entrar a alguien no hay vuelta atrás. Una vez que tomás la decisión consciente de aceptar lo que te pasa, lo que la persona despierta en esa caja de resonancia que traés en el pecho, te hacés cargo de tal forma que incluso el mínimo inconveniente te desarma, te lastima, te desmorona. Es por eso que tratás de aferrarte a la coraza con uñas y dientes, y las demostraciones de cariño no son la norma en tus relaciones (excepto, claro está, con los frutos de tu vientre, a quienes perseguís y cargoseás y ahogas en besos y abrazos). Has sufrido decepciones como todos pero no pudiste manejarlas de otra manera que no sea apagarte y alejarte y cerrarte. Entonces, evitás que arranque y traquetee el corazón para resguardarlo. Pero no siempre está en tus manos la llave de ignición. Y ahí reside el problema: carecés de control.
Sin embargo, también es ahí en donde está la solución, o mejor dicho, acá.
jueves, 31 de marzo de 2016
Broken glass
Cuando la realidad se vuelve insoportable,
cuando lo que esperás no llega,
cuando tu mente no deja de girar
y darle vueltas a la misma idea una y otra
y otra
y otra
vez..
Cuando el dolor en tu pecho se expande
cuando no sabés qué hacer con vos
Cuando tus miedos te hablan
y te miran
y se ríen
y se ríen
y se ríen
Saltá
y soltá
y volá
y volá
y volá
domingo, 27 de marzo de 2016
Palabras como balas (o cagándola 101)
Existen esos momentos en la vida en los cuales te asalta la duda existencial y te preguntás ¿con qué necesidad?, a saber: ¿con qué necesidad le entraste a la última porción de pizza, si ya estás llena como morsa? ¿Para qué te tomaste el último vaso de vino, sabiendo que mañana vas a tener un hermoso martillo neumático reventándote el marote? ¿Por qué respondiste ese mensaje que de entrada auguraba un quilombo padre? ¿Qué carajos hacés llamándolo si sabés que después te la querés coser con hilo sisal del asco?
Como los anteriores, pueden surgirte miles de interrogantes. Pero ninguno es tan atemorizante, tan paralizante, como el que aparece justo después de hacerte cargo de esos sentimientos que con tanto ahínco escondiste hasta de vos misma. Esos, que te negaste, le negaste, como tipo al que encuentran con otra mina: "No, no es lo que vos pensás; fue solo un desliz; yo venía para acá y me pidió que la alcance..."
Vos sabés, él sabe, tooodos saben cómo viene la mano. Entonces, ¿con qué necesidad asumiste lo que pasaba? ¿Qué culpa tratás de expiar al aceptar que ya sos adicta a ese intercambio jocoso, inteligente y adrenalínico? ¿Por qué te castigás poniendo en palabras lo que dejaste entrever en horas y horas de chat?
Alguien muy sabio te dijo que una vez que las dejabas volar, las palabras eran como balas: ya disparadas, no hay nada que se pueda hacer.
¿Y ahora? ¿Cómo la remás? ¿Cómo sigue la joda? Tu mente tumultuosa no encuentra salida a la reverenda cagada que te mandaste, ya que ese acto banal puede potencialmente cambiar la dinámica de la "relación".
Sin embargo, eso no es todo: la otra parte también dijo cosas que pusieron tus sensores en alerta; que activaron tu reacción de supervivencia y ahora estás en modo lucha o huida, cual animal en la mira del cazador. Lidiar con sentimientos definitivamente no es lo tuyo.
No tenés excusa para tu accionar. Tampoco conocés las respuestas a tus preguntas. La que te queda es apechugar. Seguí como si no hubiera pasado nada. Que la negación es una segunda piel...
domingo, 6 de marzo de 2016
Madrugada de domingo
Después de una noche ajetreada, extendida hasta la madrugada, te acostás y, oh, milagro de milagros, Morfeo te acuna entre sus brazos y te desmayas cual bendita. Entredormida le agradecés a todos esos santos en los que no creés porque en pocas horas tenés que estar otra vez arriba, firme como rulo de estatua para ponerle el pecho a este fin de semana de festejo.
En lo profundo de la noche lo único que se oye es la música suave del celular. Otra bendición: no hay fiesta en el club del barrio, entonces no son Los palmeras ni Pitbull quienes te arrullan y podés descansar sin escuchar el "todas las palmas arriba" mandatorio de cualquier evento que se precie.
Están todas las condiciones dadas para que disfrutes una noche de sueño reparador como pocas... Hasta que un leve zumbido te despierta. Mosquitos del ojete, pensás. Pero pusiste el aparatito... estas huevadas cada vez vienen peor... Sin embargo, no, no es culpa de la decadencia de la marca que los mata bien muertos... No, no... El ruidito que te arrancó de ese sueño maravilloso es un mensajito.
Mirás la lucecita roja. Número que no pertenece a tus contactos. Prestás atención a la foteli... Y te reís. "Buu" enviado 6.27 am. ¿Posta? Después de meses sin dar señales de vida, de haber desaparecido vaya una a saber por qué mambo, "Buu".
Pegás media vuelta, acomodás la almohada por el lado frío y te volvés a dormir. Treinta minutos más tarde, vibración, "Ups". Viene onomatopéyica la joda. Ok. Ignorás. Y finalmente, se le prende la dignidad y no recibís ningún sonidito más.
Pero tarde, que ya te desvelaste, abrió los ojillos el retoño menor y el sol te está taladrando la vista. Te levantás reflexionando acerca del género masculino, la histeria, las booty calls, y la pelotudez en general. En la cocina, la repostería te reclama. Buena vida, nene.
Adrenaline rush
No existe sensación más adictiva que la de la adrenalina corriendo por tus venas. La incertidumbre, el peligro, provocan a la parte de tu personalidad que desea aventuras, que no sabe estarse quieta, que se aburre fácilmente. Esa misma que te empuja y que aborrece la rutina.
Aunque en ocasiones escuches una voz, muy razonable ella, que despacito te aconseja desistir, alejarte de ese precipicio, vos sabés que vas a dar el paso... caída libre.
Te transpiran las manos, te late acelerado el corazón, la mente va a mil cada vez que sentís la vibración que confirma otro contacto. Entonces, esperás, extendés esos momentos de ansiedad, hasta que no podés más.
Sonreís mientras preparás tu respuesta. Indecisa, escribís y reescribís. Borras, volvés a copiar. Dudas acerca del tenor; pensás cuán hondo te estás metiendo y qué pasaría si... Nada importa. Enviado. Y vuelta a empezar.
No podés ni querés negar que te atrae. Ego, morbo, deseo, todo envuelto en un hermoso paquete. Que te hace sentir viva. Y para eso estamos acá.
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