La historia es
una muy trillada, vista por miles en diferentes puntos del globo: chica conoce
a chico. Se gustan, empiezan a salir. Repentinamente, hay un cambio en el
script y se anuncia la pronta llegada de un nuevo personaje. Chico y chica se
van a vivir juntos y esperan el arribo. Hace acto de presencia y se transforma
el conflicto original. Ahora es un trío no una pareja y los protagonistas
lidian con los desafíos de la paternidad joven. La vida prosigue, y estos
personajes van consiguiendo algunos de sus objetivos. Hay encontronazos,
reconciliaciones, confusiones, que mantienen la trama activa y entretenida, al
público enganchado.
Cambio de
locación. Maduración de los personajes. Pasaron de estudiantes a profesionales
o casi. Se viene el capítulo del casamiento. Después de unos cuantos años, los
protagonistas formalizan. Fiesta austera, familiares, fotos, lágrimas y
felicidad. Surge la adición de otro personaje infantil. Vuelta a los episodios
de pañales, mamaderas, noches sin pegar un ojo.
La serie
continúa, aunque poco a poco mengua el rating. Se ve que la rutina carcome a
los protagonistas. Hasta los auspiciantes se empiezan a mirar y evalúan
transformar el programa o bajarle el pulgar. Los capítulos pierden el ritmo,
los protagonistas no están conectados como antes. Incluso la estética ha mutado
de colores brillantes a un azul gris medio mustio.
Finalmente,
los productores se reúnen con los protagonistas y se decide terminar el show. Y
entonces, el chico y la chica, ya bastante más grandes, tienen que salir otra
vez al mundo. Reordenar el currículum, actualizar sus aptitudes, agregar algún
que otro curso y enfrentarse nuevamente a los castings. El tema es que el
proceso de selección no es el mismo hoy que hace 13 años. Y la chica está un
tanto oxidada. Es difícil encontrar un co-protagonista con intereses similares.
O que simplemente sepa qué quiere. Las nuevas estrellas tienen el ego muy
elevado y la histeria a flor de piel.
Y así, se ven
hordas de actrices en la búsqueda de alguien con quien empezar otro show. No
necesariamente debe ser una telenovela de infinitos capítulos. Una sitcom que
provoque algunas risas, que tenga buenos momentos, líneas para recordar, aunque
no se eternice también vale.
Toda obra si aspira a tener su propia identidad, tiene uno o varios capítulos, unipersonales.
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