sábado, 12 de diciembre de 2015

De la invisibilidad de las minorías (o algunas cosas que me rompen las pelotas)

Seguramente no vaya a ganar un premio por descubrir que esto sucede, pero es increíble lo invisibles que son las minorías para el común de la gente. Antes de continuar, vale aclarar que es lo "común" y que son las "minorías". En este escueto análisis, se denomina "común" a aquellos que se conforman dentro de la norma: caucásico (o lo que pasa por caucásico en América Latina), heterosexual, cristiano (preferentemente católico, aunque el evangelista está en un cercano segundo lugar), convive o ha convivido con ambos padres, en pareja o con ganas de tenerla, con hijos o con ganas de tenerlos. "Minorías" serían todos aquellos que no acuerdan con la norma anterior, quienes por decisión propia o no, han quedado fuera de ese círculo selecto.
Esta invisibilidad es palpable en cualquier conversación, desde las más profundas a las más banales. 
Como al pasar, contesto la pregunta de un alumno acerca de uno de mis tatuajes: tengo una estrella de David en la cara interna de una muñeca. Cuando inquiere el por qué de ese "dibujo", le contesto que es por mi religión, que soy judía. La cara del educando es similar a si le hubiera dicho que vengo de Marte, en son de paz. Obviamente, también he recibido miradas de adultos ante la misma respuesta. Peor aún, es cuando la gente comienza a hablar y presupone que uno comparte su sistema de creencias y menciona a los santos, a Cristo, a la Virgen... En esos momentos no sé como comportarme: ¿debería interrumpirlos y rectificar su aserción sobre mi religión o es mejor dejar que se explayen y poner cara de comprensión? ¿Estoy faltando a la verdad si no digo nada, aunque más no sea por omisión?
Otra experiencia resulta cuando digo mi apellido seguido del de mi madre. Son el mismo. Sí, no me equivoqué. Miradas, carraspeos, seguimos. 
También me he cruzado con personas que asumen que si tenés hijos te encantan los niños. Y no siempre es así. Por lo menos, no es mi caso. O la situación inversa: si no los tenés, es porque los odias.
Ni mencionar los sermones que soportan los ateos; los cuchicheos de que son víctimas los no heterosexuales; la indiferencia ante las personas con capacidades diferentes.
A veces, creo que es una cuestión de discriminación, algo que se hace de manera consciente, que se "le hace" al otro. Pero al observar a quienes son culpables de estas actitudes, vuelvo a pensar y me cuestiono si en realidad no se tratará de desconocimiento, de ignorancia; si no será una cuestión más relacionada con que solo vemos al mundo desde nuestra perspectiva. Me pregunto si no estaremos condicionados (genética o culturalmente) a no ver al otro como un ser real, solo como mera extensión de nosotros mismos. 
Aunque si esto fuera así, los pertenecientes a la minoría no registraríamos a los "acorde a la norma", ya que no somos iguales. Surge entonces una tercera opción: quienes no perciben la posibilidad de diferencias carecen de empatía, son incapaces de ver las cosas desde otra óptica y, además, tampoco sienten la necesidad o interés de hacerlo, justamente por ser mayoría. Lamentablemente, que sean muchos no los hace también buena gente.   

No hay comentarios.:

Publicar un comentario